El sueldo mínimo en la restauración y la cultura de la abundancia.

Un domingo cualquiera, un restaurante cualquiera. Aforo completo. Siempre lleno, ya sea para el almuerzo o la cena. Toda la semana.
La comida, como siempre, deliciosa. Nada que decir. 5 estrellas. Será mi reseña sin más. No escribiré nada en ese cuadro que Google My Business nos deja para agregar detalles.

No lo haré por una razón: ¿Cómo explicar que aquel plato que vemos en la imagen es lo que queda después de haberse esforzado para no desperdiciar? ¿Cómo explicar que, al igual que este plato, esos platos en las otras mesas, inacabados aunque aparentemente suculentos, son parte de la queja de los empresarios que protestan por la subida del sueldo mínimo, pero al mismo tiempo regalan a sus clientes de clase media y media alta una porción de lo que podrían ahorrar, ya que después de alcanzar un nivel de saciedad, ya no hay disfrute? Lo que queda en este plato, en esos platos, terminará en la basura.
Kilos de carne y materia prima que, sin duda, se podrían ahorrar para que el sueldo mínimo ya no sea una excusa.

Ya no hablamos solo de desperdicio de comida, hablamos de desperdicio de materia prima, de mala gestión de los recursos, de falta de optimización.
Hablamos de costos innecesarios e inútiles. Dinero que no va al bolsillo de nadie y que podría ir al de quienes hacen que el restaurante funcione: los camareros. Eso sí, algún empresario hablará de mejorar la productividad antes de subir el sueldo mínimo.

Pero ¿por qué la productividad tiene que ser únicamente la de los empleados? ¿Quién decidió comprar demasiada carne? ¿Quién decidió que el ser humano, para estar satisfecho con una comida en un restaurante, tiene que dejar la mitad? A lo mejor, el problema del sueldo mínimo en algunos sectores como la restauración es más bien consecuencia de la cultura de la abundancia y la falta de entendimiento de lo que es realmente la creación de valor en la elaboración de los platos.